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Guatemala: Muere Ríos Montt en la impunidad

Por Johan Madriz

El domingo anterior “falleció en su hogar, con el amor de su familia, con su conciencia sana” el genocida guatemalteco José Efraín Ríos Montt a los 91 años de edad. Fue presidente de facto del 23 marzo de 1982 al 8 agosto 1983, tras ser derrocado por otro golpe de estado propinado por su ministro de Defensa.

Su gobierno se basó en la mano dura y la ‘tierra arrasada’ por lo que es considerado el más violento de los 36 años de guerra civil (la cual se saldó con 200 mil muertos y desaparecidos).Tras el fin del conflicto se le acusó de genocidio y crímenes contra la humanidad por arrasar aldeas y la muerte 1771 indígenas mayas ixiles.

Por estos hechos fue condenado a 80 años de prisión en 2013 pero en solo 10 días la Corte de Constitucionalidad (máxima instancia judicial) anuló la condena y ordenó un nuevo juicio. El genocida pereció impune, no paso un solo día en la cárcel, tuvo un juicio a puerta cerrada y –como menciona la cita del inicio– murió tranquilo. Esa no es la situación de los familiares de las víctimas. El aparato judicial no les dio respuesta en 10 días, tardó 30 años.

La protección a este tirano se da porque en el Estado guatemalteco aún sobreviven los fantasmas de la dictadura y la influencia del Ejército. Así es que pudo ser diputado entre 1994 y el 2003 y luego del 2008 al 2012. Además a pesar de existir una prohibición a los golpistas de aspirar a la presidencia fue candidato en 2003 (quedando en tercer lugar).

El actual presidente, Jimmy Morales, proviene del partido Frente de Convergencia Nacional (FCN-Nación) que fue fundado por viejos militares. Los representa y los cuida por eso el Ejercito le asigno unos ‘bonos extraordinarios de responsabilidad’ por cerca de $53,300. Es evidente quienes son sus amos. Morales comparte con Ríos el fanatismo religioso y el discurso de mano dura (evidentemente con las distancias del caso) que llevó a este último a acuñar la frase “el buen cristiano es el que se desenvuelve con La Biblia y la metralleta”.

El Estado guatemalteco es el responsable de que Ríos Montt muriera impune y de que las miles de víctimas no obtuvieran justicia a pesar de todos sus esfuerzos para forzar a los tribunales a actuar. Como vemos la ‘justicia’ solo actúa rápido cuando los poderosos mueven los hilos a su favor por eso el actual gobierno también es cómplice.

¡Ni olvido, ni perdón! ¡Ningún genocida impune!

que se vayan todos! ¡Fuera Morales y todo el Congreso! ¡Por una Asamblea Constituyente para refundar el país desde los explotados y oprimidos!

Por Johan Madriz, 17/09/17

Nuevamente los guatemaltecos están en la calle exigiendo la renuncia de un presidente. El gobierno de Jimmy Morales, estrechamente ligado con la cúpula militar y empresarial del país, enfrenta movilizaciones masivas contra la corrupción. Esto acontece a solo dos años de que la presión popular obligara al entonces presidente Otto Pérez Molina a renunciar tras darse a conocer su participación en una millonaria defraudación tributaria.

Luego de la salida de Pérez Molina, el descontento fue canalizado por la burguesía a través de elecciones donde ninguno de los candidatos representaba una opción para los trabajadores y las clases populares. En esa ocasión señalábamos que “la estrategia de la burguesía para ponerle un alto a la crisis política, sería absorber la indignación y el enojo a través de las elecciones y así legitimar la institucionalidad, quedando todo igual”.

El tiempo nos ha dado la razón y ahora Jimmy Morales es cuestionado por la justicia por recibir donaciones ilegales en la campaña electoral del 2015 cuando era secretario general de su partido, el Frente Convergencia Nacional (FCN).

En esas elecciones Morales se presentó como la opción del cambio, un outsider y “supo capitalizar las exigencias de las movilizaciones al utilizar un discurso vacío que no propone nada: ‘ni corrupto, ni ladrón’, pero que tuvo eco en la sociedad guatemalteca al calor de los casos de corrupción. Y es que si bien Morales se presentó como una cara nueva, sin pasado político, sin ‘rabo que le majen’, es uno más de los mismos. Es un empresario conservador que tiene entre sus principios fundamentales ‘la familia y el temor a Dios’ y es candidato de un partido ligado a militares retirados (esos que ya hicieron desastres en las décadas pasadas), que además tiene posiciones ultra nacionalistas como su deseo ‘de construir una Guatemala feliz e inmortal’.”

La acusación contra Morales fue presentada por la CICIG, el mismo organismo que destapó la corrupción de Molina y que responde directamente a los intereses del imperialismo norteamericano. La CICIG fortalece la institucionalidad burguesa en el marco de la Alianza para la Prosperidad para desviar cualquier posible rebelión popular. En respuesta, dos días después el presidente ordenó la expulsión del país del principal representante de esa misión, resolución que la Corte de Constitucionalidad suspendió. La Corte Suprema de Justicia solicitó el retiro de la inmunidad del presidente al Congreso, petición que fue rechazada con 104 votos (de un total de 158).

El Congreso, donde cinco diputados son investigados, convocó y sometió a votación de urgencia una reforma al Código Penal que protege  a los políticos acusados de financiamiento ilegal. La modificación le atribuye la responsabilidad a los contadores y no a los secretarios generales. Además permite que este tipo de delitos puedan ser compensados con una fianza evitando el encarcelamiento. La ley fue aprobada por tres diferentes partidos de oposición y el oficialismo. Si bien el 15 de septiembre, en una sesión extraordinaria, tuvieron que dar marcha atrás, resultado de las protestas, queda muy claro cuáles son las intenciones de los diputados.

En medio de esto se dio a conocer que el Ejército, estrecho aliado del presidente, le asigna un bono de 7.300 dólares (sumado a su salario mensual de 20.100 dólares) por “responsabilidad y riesgo”, siendo el gobernante con la mejor remuneración de América Latina, en un país donde el 59% de la población es pobre (83% en el caso de indígenas).

La indignación por el descaro de los políticos fue creciendo y cientos de guatemaltecos se concentraron en la capital el 14 de septiembre durante los actos protocolarios previos al día de la Independencia repudiando al presidente y a los diputados.

El 15 las protestas se dirigieron frente a las puertas del Congreso donde sesionaban los diputados, a los que se les impidió la salida a condición de su renuncia. Después de 8 horas la policía antimotines dispersó a los manifestantes con lacrimógenos y gas pimienta.

Esta legítima acción de protesta dio pie a que el gobierno calificara esta actuación como el secuestro de 130 congresistas y se escudara en el discurso de que las protestas son violentas. Típico argumento para desprestigiar el movimiento y legitimar el uso abusivo de las fuerzas de seguridad. Si eliges a un payaso espera un circo.

Ante este panorama desde la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie reiteramos nuestro llamado a profundizar la experiencia de lucha que se abrió en 2015. Una experiencia muy progresiva, con la participación de una nueva generación de luchadores, con especial presencia de la juventud. Pero no se puede depositar ninguna confianza en el Estado guatemalteco ni en la ONU, garantes de genocidios, corrupción, narcotráfico y demás lacras. Por eso creemos que hay continuar en las calles y apoyar la convocatoria al paro nacional del próximo 20 de septiembre convocado por varias organizaciones sociales, es necesaria la incorporación de la clase obrera y las organizaciones campesinas e indígenas mediante la huelga general para lograr las demandas populares y exigir la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, Plurinacional Inclusiva, Soberana y Democrática.