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De Companys a Puigdemont, dos vidas no paralelas

Por Claudio Testa

El martes pasado, se reunió el Parlament de Catalunya para escuchar la esperada declaración de independencia que había prometido el presidente de la Generalitat Carles Puigdemont Casamajón. Simultáneamente, muy cerca de allí, en el Passeig de Lluís Compays había sido convocada una gran concentración popular pro independencia.

Mediante pantallas gigantes instalada para la ocasión, la multitud concentrada en el Passeig de Companys siguió la sesión del Parlament… y fue derivando de la euforia y la esperanza, a la desilusión… y muchos a la indignación. Quizás también para algunos el termómetro de la bronca subió algunos grados adicionales por el lugar donde habían citado a la concentración independentista. Sonaba como una burla.

Es que el paseo de Lluis Companys (1882-1940) conmemora a la gran figura histórica del nacionalismo catalán. Aunque de ninguna manera fue un socialista revolucionario, Companys –presidente de la Generalitat de Catalunya en dos ocasiones– fue un luchador por los derechos de una nacionalidad oprimida, la nación catalana… Y pagó eso con su vida…

Cuando estaba exiliado en Francia, fue capturado por la Gestapo en agosto de 1940 y entregado luego al gobierno fascista del “Generalísimo” Franco. Después de ser torturado varias semanas, fue fusilado en el castillo de Montjuïc, Barcelona, el 15 de octubre.

Justamente esta semana –en que se esperaba la proclamación de la independencia de Catalunya– se cumplían 77 años del fusilamiento de Companys por los padres del actual régimen monárquico de Madrid…

Pero se equivocaron quienes suponían que Puigdemont y su eterno acompañante –Oriol Junqueras de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)– iban a seguir el ejemplo de lucha de Companys. Una cosa es tener a Companys en los altares para lograr votos. Otra cosa es jugarse el pellejo cuando es necesario… como lo hacía el fusilado líder del separatismo catalán.

Hace unos 2.000 años, un señor llamado Plutarco escribió una serie de best sellers que lo hicieron famoso: las “Vidas Paralelas”. Narraba las biografías de un par de personajes –uno griego, otro romano– de trayectorias similares; por ejemplo, Alejandro Magno y Julio César. Pero hoy eso no va con Puigdemont-Junqueras, por un lado, y Companys por el otro. No son semejantes ni “paralelos”,

Ya es evidente, salvo un giro de 180º, que ni Puigdemont ni Junqueras quieren enfrentarse hasta las últimas consecuencias al dominio de Madrid, como lo hizo el líder torturado y fusilado del nacionalismo catalán. Para ver las diferencias políticas –y no sólo de su conducta temerosa–, conviene recordar algunos hechos.

Lluis Companys i Jover, no sólo elecciones como sus sucesores

La trayectoria política de Companys es compleja y cambiante. Inicialmente, la figura histórica del nacionalismo catalán, no fue, ni “separatista” ni “catalanista” en sentido estricto. Pero sus ideas republicanas y anticlericales chocaban de todos modos contra los “principios” de la monarquía de los Borbones que reinaba en ese momento en España.

Se involucró desde muy joven en actividades políticas. A los 18 años, en la Universidad de Barcelona, fue fundador de la Asociación Escolar Republicana. Habló también en un acto público anticlerical en la Plaza de Toros.

Licenciado en Derecho, se dedicó al periodismo pero también trabajó como abogado laboralista. Esto le permitiría tender fuertes lazos con dos sectores de importancia social y política fundamental: el movimiento obrero catalán y el de los campesinos arrendatarios (rabassaires).

Esto de ninguna manera significaría que Companys se involucraba en la construcción de organizaciones políticas obreras ni socialistas, o por lo menos de independencia de clase. Pero sí que trataba de conquistar una base social donde hacer pie.

Pero esto implicaba también acciones y actividades políticas nada pacíficas que podía llevar tanto a lograr una banca como ir a parar a la cárcel o al cementerio. En ese escenario, Companys participa en 1917 en la fundación del Partido Republicano Catalán (PRC) y logra una banca de concejal en un distrito de Barcelona.

Ese año y los siguientes son también de grandes luchas obreras ferozmente reprimidas. En 1919/1920, Companys fue encarcelado junto con decenas de dirigentes obreros en un castillo de la isla de Menorca… pero poco después asume una banca de diputado debido a la muerte de su titular… lo que obliga al gobierno a liberarlo.

Ese episodio refleja las condiciones de la lucha política de esa época. El titular de esa banca del PRC, Francesc Layret, compañero de estudios de Companys y cofundador de ese partido, había sido muerto por un “pistolero”. Así se llamaba a los asesinos contratados por la gran patronal catalana y/o el gobierno para deshacerse de dirigentes obreros y rabassaires, o de gente “molesta” como los nacionalistas catalanes del PRC, que además hacían de asesores legales. Layret, aunque de familia burguesa, fue muerto al salir de su casa cuando iba a hacer gestiones por los presos.

La década del ‘20 fue un período de extrema reacción, signada por la dictadura del Gral. Primo de Rivera, bajo el paraguas protector de la monarquía del rey borbón Alfonso XIII… bisabuelo del actual borbón Felipe VI, que vuelve a levantar el garrote contra Catalunya. Los años ‘20 fueron un período de deterioro económico, político y social de la España monárquica.

La Segunda República y el levantamiento de 1934

Todo estalló en los años ’30. Primero, en enero de 1930, cayó el dictador Primo de Rivera que huyó a Francia. Luego, en abril de 1931, hizo las valijas su ex patrón Alfonso XIII. Se iniciaba así la Segunda República… y también un período de revolución/contrarrevolución que se desplegaría en la Guerra Civil de 1936/39.

En relación a Companys, el nuevo período significaría la fundación en 1931 de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), el partido que hoy comparte el gobierno de la Generalitat con Junts pel Sí de Puigdemont.

Pero, desde ya, la Esquerra Republicana de Catalunya de 1931 era muy distinta de la actual… así como Companys, aunque no era un socialista revolucionario, difería radicalmente de los políticos pusilánimes posmodernos… que abundan en la actualidad… también en el nacionalismo catalán.

Una de las tantas demostraciones de eso fue paradójicamente una derrota: la proclamación del Estado Catalán independiente, el 6 de octubre de 1934.

En ese momento, el gobierno de Madrid había sido copado por la derecha (el llamado “bienio negro”). Se había lanzado al ataque contra los trabajadores y también contra Catalunya y las concesiones de autonomía logradas.

En vez de sentarse a llorar –al estilo Puigdemont–, Companys, al frente de la Generalitat, desató una insurrección, proclamando el “Estado Catalán de la República Federal española”. Su llamamiento decía, entre otras cosas:

“Catalanes: Las fuerzas monarquizantes y fascistas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar a la República han logrado su objetivo y han asaltado el poder.

[…] Los partidos y los hombres que han hecho públicas manifestaciones contra las menguadas libertades de nuestra tierra, los núcleos políticos que predican constantemente el odio y la guerra a Cataluña, constituyen hoy el soporte de las actuales instituciones.

[..] Todas las fuerzas auténticamente republicanas de España, y los sectores sociales más avanzados, sin distinción ni excepción, se han alzado en armas contra la audaz tentativa fascista.

“[..] En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del Poder en Cataluña, proclama el Estado Catalán de la República Federal española, y al establecer y fortalecer la relación con los dirigentes de la protesta general contra el fascismo, les invita a establecer en Cataluña el gobierno provisional de la República, que hallará en nuestro pueblo catalán el más generoso impulso de fraternidad en el común anhelo de edificar una República Federal libre y magnífica.

“[..] Catalanes: La hora es grave y gloriosa. Cada uno en su lugar y Cataluña y la República en el corazón de todos. ¡Viva Cataluña! ¡Viva la República! ¡Viva la libertad!

“Lluís Companys, Presidente de la Generalidad…

“Barcelona, 6 de octubre de 1934”

La insurrección fracasó, entre otros motivos porque la CNT, la poderosa central obrera anarquista se mantuvo al margen. Tampoco se coordinaron las acciones con fuerzas de otras regiones, como Asturias, que enfrentaba con las armas en la mano, las medidas reaccionarias y represivas del gobierno español del “bienio negro”[1]. Companys y otros activistas del nacionalismo catalán fueron presos.

En resumen…

Desde el pasado, este acontecimiento, a pesar de no ser un triunfo, pinta una dirección del nacionalismo catalán, encarnada en Lluis Companys, que tiene poco que ver con los pusilánimes posmodernos que hoy ocupan su lugar.

Desde ya, eso no significa que compartimos el programa de Companys ni menos aun sus políticas, especialmente en la Guerra Civil (1936-39). Companys avaló la política de subordinación a las directivas de Moscú vía el PCE, que llevaron a la desmoralización y la derrota del heroico proletariado de Catalunya y del resto de España.

Tampoco recomendamos hacer llamamientos a la insurrección, si las cosas no están bien preparadas y la situación no ayuda.

Pero Companys es muy respetable, en comparación con personajes que declaran la independencia de Catalunya e inmediatamente la “suspenden”, muertos de miedo… y sin tomar la menor medida para organizar y movilizar a los millones de catalanes que apoyan la independencia y que se jugaron el 1º de octubre.

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1.- El “bienio negro” de la República Española se extendió de 1933 a 1935. En las elecciones de 1933 se impusieron los partidos de derecha, por un “voto castigo” a la izquierda republicana, que había defraudado a los electores al no tomar medidas favorables a los trabajadores y sectores populares.

La gesta obrera de Barcelona (julio de 1936-mayo de 1937)

Por Ale Kur

La gesta obrera de Barcelona (julio de 1936-mayo de 1937)

La pelea del pueblo catalán por su derecho a autodeterminarse vuelve a poner sobre la mesa su larga tradición histórica revolucionaria. Por esta razón, desde estas páginas queremos recuperar la más importante de todas esas experiencias: la enorme gesta protagonizada por el proletariado barcelonés durante la Guerra Civil Española. Aunque hayan transcurrido ya más de 80 años desde aquellos acontecimientos, sin duda alguna se trata de una huella imborrable, que permanece todavía en el recuerdo de los catalanes y no deja de influir en sus tradiciones y mentalidad política. Esto explica, por ejemplo, que siga siendo la región más combativa de España, con un fuerte protagonismo de las movilizaciones populares, con una sensibilidad progresista muy marcada, con una actitud muy combativa frente al gobierno central español, etc.

En la década del ’30, Barcelona tenía la particularidad de ser la ciudad industrial más importante de España: la región catalana concentraba dos tercios de toda la industria española. Tenía también por lo tanto al proletariado más numeroso, concentrado, organizado y combativo del país. Allí poseía un fuerte arraigo especialmente el anarquismo (referenciado en la CNT – Confederación Nacional del Trabajo- anarcosindicalista) y en menor medida el socialismo (referenciado en la UGT, Unión General de Trabajadores).  En esos años protagonizó varias experiencias revolucionarias previas, incluida la proclamación de una república catalana independiente en 1934.

Los obreros derrotan al golpe franquista en Barcelona

El 18 de julio 1936 comenzó en la España continental el golpe de Estado del general Franco contra la Segunda República. Ante el clima golpista, en Barcelona los sindicatos ya habían comenzado a prepararse para enfrentarlo, organizándose y distribuyendo armas entre los obreros (pese a que los generales republicanos burgueses hacían creer que primaba la “tranquilidad” entre la tropa). Esto se demostró un gran acierto, ya que el 19 (en las primeras horas del día) se sublevó parte de la guarnición de la ciudad, tomando algunos de sus puntos estratégicos. La presión social del proletariado antifascista hizo que gran parte de las fuerzas de seguridad no se plegaran, ya sea permaneciendo “neutrales” o sumándose a la resistencia republicana.

La respuesta de los sindicatos ante el alzamiento fascista fue contundente, llamando a la huelga general y a la resistencia armada de los obreros. Esta comenzó desde muy temprano, levantando barricadas en la ciudad a las que se sumaron los soldados leales a la República. A lo largo de una jornada de fuertes enfrentamientos la situación militar comenzó a inclinarse claramente a favor de los antigolpistas, lo que convenció a los sectores dubitativos de las fuerzas de seguridad de que se alineen con la República y combatan a los sublevados. Para el día siguiente la sublevación ya había sido aplastada en Barcelona, y el triunfo antifascista se extendió también rápidamente al resto de Cataluña. Lo mismo ocurrió también en otras ciudades del país (incluida la capital Madrid), aunque en una gran porción de España los golpistas lograron hacerse con el poder, dando inicio a la guerra Civil.

Por otra parte, el asalto a los cuarteles y la derrota de los sublevados dejó en manos de las milicias obreras los principales arsenales de Barcelona, con decenas de miles de armas. Los obreros en armas eran por lejos la principal fuerza militar en la ciudad y toda Cataluña, superando muy ampliamente en número a las fuerzas de la republica burguesa. Por lo tanto, el gobierno autónomo catalán (la “Generalitat”) y la influencia del gobierno central republicano estaban sostenidos puramente en la política de colaboración que mantuvieron las organizaciones obreras, que pese a su radicalidad se negaban a tomar el poder.

Ante esta situación, el 21 de julio se conformó el Comité Central de las Milicias Antifascistas de Cataluña, avalado por la Generalitat de Lluis Companys[1]. Agrupaba a todos los sectores armados, obreros y militares, que habían enfrentado al golpe, actuando como mando militar de toda la región (y en algunos aspectos como gobierno de hecho, encargado de organizar el abastecimiento para la guerra). Por su peso propio en la defensa de Barcelona, los anarcosindicalistas de la CNT tenían una importancia preponderante en este organismo. También estaban presentes las fuerzas del Frente Popular y del nacionalismo catalán. Este organismo no solo debía defender Cataluña sino organizar la liberación de las provincias ocupadas por los golpistas.  Pese a su breve existencia (fue disuelto el primero de octubre), su naturaleza como organismo de poder popular favoreció el desarrollo de la mayor experiencia revolucionaria de la historia española.

La revolución social en Barcelona

Con el quiebre del intento golpista, se desató en Barcelona y en toda Cataluña (y, aunque en menor medida, en gran parte del resto de la España republicana) una poderosísima revolución social, protagonizada por los obreros, los campesinos, las mujeres y el conjunto de los explotados y oprimidos. En esto tuvo una enorme influencia el peso y la tradición de las organizaciones de la izquierda revolucionaria: la CNT anarcosindicalista (con sus diferentes alas), el POUM dirigido por Andrés Nin (socialista revolucionario y anti-estalinista, cercana por momentos a los postulados de Trotsky), la UGT socialista (con su base más radicalizada) y otros grupos.

Uno de los aspectos más destacados de este proceso fue la colectivización de gran parte de la industria catalana (alrededor del 70% de la misma). Como producto de los combates, muchas fábricas habían quedado abandonadas (por ejemplo, porque sus patrones eran franquistas). Estas fueron inmediatamente ocupadas por los obreros: varias de ellas fueron en lo sucesivo nacionalizadas o “socializadas” por los propios trabajadores, y en otras (donde continuó la propiedad privada) se estableció el control obrero de la producción. En estas empresas colectivizadas los asuntos se resolvían de manera democrática, de abajo hacia arriba, basándose en asambleas de los trabajadores. Las colectivizaciones en Barcelona abarcaron rubros como el transporte, los textiles, la madera, la pesca, el calzado, etc. Se socializaron también cines y teatros, así como la producción cinematográfica (dando lugar a todo un género de obras revolucionarias).

Algo similar ocurrió en el campo. El 24 de julio partió desde Barcelona una columna miliciana encabezada el obrero anarquista Buenaventura Durruti, de la CNT. Su objetivo era liberar Zaragoza, capital de Aragón. La “Columna Durruti”[2] iba promoviendo la revolución social por donde pasaba: los campesinos tomaban las tierras en sus manos –especialmente aquellas que eran incautadas a propietarios franquistas, pero no solamente – y la colectivizaban, formando varios cientos de colectividades rurales. Se conformaría allí el “Consejo Regional de Defensa de Aragón”, organismo de poder popular que en los hechos reemplazaba allí al gobierno republicano. En gran parte de la zona se proclamó el “comunismo libertario” y se experimentaron las concepciones anarquistas sobre la propiedad, el dinero, etc. Estas colectivizaciones rurales también ocurrirían en muchas de las otras zonas de España donde el golpe había sido derrotado.

En su conjunto, las experiencias de colectivización (tanto industriales como rurales), abarcaron a millones de trabajadores en todo el país, marcando a fuego el carácter revolucionario, obrero y socialista, de la enorme resistencia popular contra el fascismo de Franco.

La revolución tuvo también un enrome protagonismo de las mujeres, que se sumaron en grandes cantidades a las milicias populares. Tomaron sus asuntos en sus manos, y así obtuvieron el derecho al aborto en Cataluña, junto a otras conquistas. La revolución social abarcó también muchos otros aspectos: se desarrolló fuertemente la educación popular revolucionaria, basada en las concepciones libertarias. Se promovió el acceso la educación y la salud para todos. En síntesis, fue una experiencia donde comenzó a levantarse (aunque con todos los límites del caso) “un mundo nuevo” (en palabras de Durruti), que tenía al frente a los explotados y oprimidos, a sus intereses, sus aspiraciones y sus concepciones.

La asfixia de la revolución social

Este proceso revolucionario, sin embargo, se vio obstaculizado por la política tanto del gobierno republicano burgués como de la Generalidad catalana y, especialmente, del Partido Comunista estalinista. Todos ellos tenían la concepción de que era necesario “ganar la guerra civil” antes de continuar con la revolución. Eso significaba no molestar a la burguesía con colectivizaciones y milicias obreras: por el contrario, lo necesario era recomponer la estructura del Estado burgués y restaurar la propiedad privada.

Así, estos sectores (con la complicidad de la dirección de la CNT, de la UGT y de los partidos del Frente Popular) poco a poco fueron eliminando las conquistas revolucionarias: se disolvieron las milicias y se integraron al Ejército Republicano comandado por fuerzas burguesas y estalinistas. Las colectivizaciones fueron primero controladas legalmente y luego anuladas. Finalmente, se desató una enorme represión sobre los obreros revolucionarios y sus organizaciones. Este proceso culminó luego de los sucesos de mayo de 1937 [3], permitiendo a los republicanos burgueses reestablecer plenamente su control de la situación. La derrota de la revolución social desmoralizó a millones de obreros y campesinos, minando las bases sociales de la República y favoreciendo en última instancia al triunfo del franquismo en la guerra civil. Sin embargo, la memoria histórica de esta experiencia grandiosa permanece como faro para las nuevas generaciones.

Notas

[1] La creación de este organismo no solo implicaba una ruptura en el normal funcionamiento del Estado burgués (que implica el monopolio de las armas en manos del ejército profesional), sino que significaba también una ruptura del orden centralista de España, donde las fuerzas armadas dependían del gobierno central de Madrid y no de la Generalitat catalana. Es decir, se conquistó al mismo tiempo el derecho del pueblo a estar armado y ser parte central de la defensa, y el derecho a la autodeterminación de la nación catalana en el terreno militar (el más decisivo de todos).

[2] Más adelante, las columnas catalanas tendrían también una gran participación en la heroica defensa de Madrid, en la que Durruti fue asesinado por una bala de dudoso origen (muy posiblemente proveniente del propio bando republicano) en el mes de noviembre.

[3] Al respecto, ver el artículo “A 80 años de las jornadas de mayo de 1937 en Barcelona” Por Carla Tog, SoB Estado Español, 11/5/17